Reinventando tus Constelaciones
La duda existencial por excelencia es el propósito de la vida. Además, es un valor dinámico que responde al aquí y el ahora. Quizá por este motivo se pierde en las rumiaciones fuera del presente. Son igualmente irrelevantes los propósitos de una experiencia ya asentada como otra que permanece en el éter de lo hipotético. Sin embargo, la interferencia de estas razones de ser es equiparable a las que contaminan el camino que elige cada uno hacia el tesoro que es su propia identidad.
Más allá de confundir ¿por qué estoy aquí? con ¿para qué me sirve esta experiencia?, está la escisión de los hitos de tu vida y tu compulsión de sentirte obligada a seguir el camino que se dice que deberías. Hay un conflicto desenfrenado entre hacer las cosas para que te acepten y la lucha para que te acepten por quién eres. Ese dilema alimenta la necesidad para descifrar la odisea del autoconocimiento en términos entendible para la gente que te rodea. Es cierto que la reciprocidad del amor pide justificar los pasos, sobre todo cuando no corresponden con lo establecido. Sin embargo, ese mismo amor debería anular cualquier imperativo a que acaten que actúas desde tus deseos y necesidades y no los que compartís en vuestro sistema.
Lo que enriquece cada constelación es la valentía de cada integrante para que busque el equilibrio entre la confluencia necesaria para sentir pertenencia a ese grupo y la libertad de satisfacer las inquietudes sobre aquello que se ubica fuera de esas fronteras. Son aprendizajes que pueden aportar al enjambre para que cada miembro vea su coyuntura desde una perspectiva más amplia.
Reconocer lo que te distingue de tu banda es manifestar una alternativa a las resoluciones que no consiguen su fin. Al expresar tu identidad, ofreces actitudes que cada acompañante puede integrar como prefieran en sus recursos para que sigan su proceso de autoconocimiento.
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