Navegar sin Timón
Comprendo que las personas tendemos a existir en uno de trenes plenos de conciencia: Lo instintivo, lo emocional o lo mental. Me ubico claramente en la última categoría y vivo en la realidad que crea mi imaginación. Sin embargo, mi curiosidad y rebeldía me lleva a perseguir las dos alternativas sin poder encajar del todo su presencia en mi espejismo.
Padecía de pesadillas de joven cuando mi consciencia trataba de racionalizar las emociones que sentía o pensaba que debía sentir en el día a día. Mis recuerdos son una mezcla curiosa de la interpretación que elijo dar a algunos eventos y un conjunto de sucesos cuya veracidad es más que cuestionable. Es normal con el huracán que hay en el reino de mi cabeza.
Tengo la sensación de navegar sin timón, atravesando un bosque encantado en una ría. Los fantasmas de mi pasado vociferan desde las riberas. Me abruman porque no sé qué dicen, ni para qué ya que hablan de aprendizajes que ni sé si son míos. Evito mirar atrás para no perderme en las explicaciones de los propósitos y motivos que trato de imponer a cada situación, lo cual me nubla la esencia de cada recuerdo: ¿cómo te sentías? ¿qué te animaba a actuar así?
Quizá falta el timón por haberlo echado por la borda al hartarme de no ver las rocas delante por estar planificando qué rumba coger en la próxima bifurcación. Mi discurso interior me aleja del cuerpo, de sentir la intensidad de cada experiencia.
Confío que la corriente del agua llevará mi barco a aguas tranquilas ya que asumo que mi viaje es lo que es y el único propósito que existe es que aprenda a verme tal cual, sin las vestiduras de los personajes que he sido antes de elegir ser yo.
El aprendizaje es entender que el presente es la tierra donde siembras tus aprendizajes a la espera que florecen tus sueños.
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