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La Estrella Fugaz

Siempre imaginaba la vida como un inmenso bosque, repleto de experiencias desconocidas y lecciones al achecho. Los caminos que elegimos tomar son los que nos llevan por las experiencias que nos otorgan una consciencia más plena. Ésa con la que contemplamos el paraíso del sentir, aquel lugar idílico donde se desvelan los secretos que guardamos dentro. Cada uno es una pista más en el viaje de la vida que nos lleva hacia el destino más deseado: El Amor.

En esta odisea son fundamentales los acompañantes que dejamos compartir tramos de esta travesía. Cada encuentro regala un conocimiento imperativo a nuestro aprendizaje. La perspicacia para apreciarlo no es más que la disposición de cada uno para ver la relación como un medio y no un fin.

Es tentador buscar la compleción en fusionarte con otro. Así, para disfrutar de su protección contra los demonios que creas para derrotar los dictadores en los que te conviertes cuando no aceptas tu autenticidad. Es frustrante el cansancio de vivir la misma historia del romance condenado a fracasar por no enfrentarte al desafío de aceptar la lección desveladora que te presenta el patrón que no quieres ver.

Allí está la sabiduría. Saber aceptar la finalidad de cada lección y de lo que te sirve. El amor no empieza y termina, sino fluye. El amor perfecto no es aquella reflexión de ti con la que bailarás en la eternidad de Hollywood. La realidad es que todo muere cuando le impones un valor temporal. Hay relaciones como estrellas fugaces, perfectas para alumbrar la parte de ti que se perdió en la oscuridad. Son destellos esenciales para conocerte. Cuando ese astro brilla en otro firmamento, es el amor que te permite soltarlo. Además, sólo así se ilumina de nuevo el cielo con otra luz para mostrarte el camino que te devolverá a la fogata de la que te alejaste a buscar una luz que brilla más que la de tu amor propio.


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